Bajo nuestro,
todo el universo empieza a arder . . .

19 de enero de 2010

Inmensidad azul


Era el mar, que se pintaba en cada porción de su piel, luz que derramaba entre la espuma, y el sol. Yo le reía a las gaviotas y ellas me miraban, doblaban la cabeza en una reverencia al gran cielo azul, y tomaban en su boca un fruto del mar. Yo estaba sentada, el mar estaba calmo, el viento se había tomado vacaciones, con la promesa de volver pronto. El silencio era infinito.
Escribí en la arena una plegaria, quizá los dioses fueran bondadosos, quizá la leyeran. Solo quería ese mar, ese mar en mi boca, por su boca, que son todas que no es ninguna.
Dibuje un barquito de papel, tomo forma, color, textura, se hizo corpóreo. Adentro un marinero me sonría, el cielo se oscureció y el barco creció y sus velas se volvieron alas, y su cuerpo ventarrón. La marea subió, por fin vino a buscarme, a llevarme a mi lugar, porque donde estas vos amor, ahí debo estar yo. Los dioses escucharon la plegaria, con el tiempo mi cuerpo formó parte de la inmensidad azul.