Bajo nuestro,
todo el universo empieza a arder . . .

22 de diciembre de 2009

Abril otra vez


Y el tiempo no era otro quien, que un mago que jugaba a despeinarnos las ideas y perdernos en divagaciones de viernes a la madrugada, de calles oscuras y cigarrillos furtivos.
Vos te reías de los que corrían sin saber donde, de los que miraban para ambos lados antes de cruzar la calle, te reías de mis zapatos viejos de feria de antigüedades, de mi manía de contar vaquitas de san antonio, de cortar jazmines de la vecina gorda con cara de pared recién pintada.
Nuestras vidas, se cruzaron inutilmente. Una avenida, un beso, las luces de madrugada, muchos hasta luegos, muchas horas pasionales y filosóficas. Ya no estás en las amarillentas paginas de libros que te buscaba en las tardes de abril, ni en los ensueños profundos que teníamos buscando formas a las nubes. No estas en mis ojos, me miro al espejo y no te encuentro.
Y a pesar de todo eso, no puedo decir con certeza que no vaya a hallarte algún día, que no mire a un extraño y piense en tus botones sin ojal, o que no encuentre en algun perro vagabundo la necesidad tuya de darle de comer, como si en ese solo gesto toda su vida se modificara.
Tengo la sensación de que estas encerrada en algún escondrijo del cofre negro, ese de madera, duro, y roto que enterraste debajo del sauce llorón. Se que ahí estas, con las cartas y las flores marchitas. Podría buscarte, pero el temor de encontrarte siempre es mayor. Es mayor.