Bajo nuestro,
todo el universo empieza a arder . . .

15 de febrero de 2010

19 - dix-neuf





Podría decir que fue un viernes o sábado, el día no es de crucial importancia, más de haber sido lunes o martes, las circunstancias hubieran cambiado irremediablemente. Por aquellos días el llevaba un saco negro que colgaba elegantemente sobre su espalda, y en que de vez en cuando metía la mano en un bolsillo donde hallaba una flor marchita que le traía el recuerdo de ella.
Un extraño ardor en los labios y en la piel lo invadían cual brisa de verano, fugaz en la ventana, por lo que tomaba su garganta, con un suave gesto para luego depositar su mano con un firulete al costado del cansado cuerpo que cargaba un libro, insoportablemente pesado y leve, y en él una dedicatoria como una caricia, un regalo.
El regalo, pasado y presente, quizá futuro, un cuadro de la relación entre ellos, una visión en magenta y azul.
Quizá tenía un reloj en su muñeca, muy propio de su carácter ordenado y su forma puntual.
Si tenía, de ello estoy segura, una pequeña cadena de plata con un dige de medio sol y media luna, la eterna búsqueda de los opuestos complementarios, rojo-verde, amarillo-violeta, naranja-azul, sol-luna, vida-muerte, amor-odio.
Cruzó la calle en sentido diagonal, (solía desafiar de forma imperceptible pero eficaz a la autoridad), giró la cabeza y observó una vez más la puerta . El cielo combinaba perfectamente con su atuendo y su humor, se encontraba algo melancólico esos días de febrero y lluvia, pero era esa extraña melancolía de cuando algo exquisito, como un café o un chocolate, han de acabarse en la brevedad y por una decisión del destino y la distancia.

La cortina, ella lo sabía bien, no iba a correrse sola para que volteara a ver, ¿Por qué tenía esa necesidad (neurótica necesidad) de hacer exactamente lo opuesto a lo que en ese momento quería?¿Por qué esclavizarse con tanto orgullo?
Se remango la manga del vestido, y luego en un mismo movimiento la estiró hasta la punta de los dedos, se la llevó a la boca y aspiró hondo. Hacías minutos su vestido y su piel estaban en sus manos y su alma se hallaba en sus ojos, y ahora eran una huella del despojo, un vestigio de su paso. Nunca le fue tan facil descubrir secretos, y siempre, religiosamente le molestó su transparecía, impulso, espontaneidad, y lo que él llamaría altaneramente, poco sentido racional. Ella diría poca represión. Y en el medio quedaban ellos, su puente, su eterno desencuentro de palabras, la sopa de letras, el crucigrama, el esfuerzo por los significados contrapuestos, tocados por la misma punta.
Se secó una lágrima. Y de nuevo la transparencia, claridad, eterna lluvia interna, el amor siempre devuelta.



No te quiero decir feliz cumpleaños... Decime, ¿Es feliz tu cumpleaños? Hoy a tus 20 años, ¿Podrás decir, "Si, soy feliz, deseo que la vida siga transcurriendo, y juro vivirla tan intensa y plenamente como me sea posible"?¿Podrías afirmarlo, creerlo, sentirlo he indicarlo como una constante en tu vida?
La voz no fórmula la pregunta, sólo lo miró con sus ojos fríos y azules, y al mirarlo hirbieron, entonces lo besó, una vez más. Su mente busca y evade, eternamente el conflicto, tal como el niño que quiere saber si Papa Noel es real, pero no pasa la noche en vela esperando verlo, duerme y sueña. Algunos dirán cobardía, otros, la feliz alegría de la ignorancia y el país de los sueños.
Pero siempre la ambivalencia, blanco y negro. Nunca "o"negro, siempre la suma, la totalidad, jamás la contraposición, la decisión. Eran en su encuentro, un eterno cuenta gotas, sobriedad, distancia, y el amor, que aveces los embriagaba hasta consumar la locura.
Casual. Finito e Infinito. Por suerte no lo sabía, sólo estaban las palabras, el silencia más bello de la mirada y el beso, el estruendo de la risa, la pasión, aveces también estaba.
Le ató a la muñeca, una cinta negra, que había llevado unos días atada a su cuerpo, para guardar así su esencia y calor. Lo beso despacio en el cuello y se quitó una cadena de plata (que se la había regalado su tía definiendola, sos esto le dijo, un sol y una luna, "la eterna melancolía y una luz resplandeciente para los que te rodean", ahora ella le otorgaba un nuevo significado), que colgaba siempre en su cuello la cual apreciaba profundamente, para colgarla por el cuello de él, mientras le decía al oído, "Feliz cumpleaños amor, te quiero" y saboreaba deliciosamente esas palabras, y con esos dos objetos, dejaba sentado un préstamo, la promesa de un reencuentro, la devolución, y su presencia semicorporea en el tiempo que los separara.
El la miró, sonrió y la besó apasionadamente en un mismo gesto, tomó su saco, soltó despacio su mano y se despidió.