Bajo nuestro,
todo el universo empieza a arder . . .

23 de febrero de 2010

Esa tarde me impulsaba la lluvia


 Esa tarde me impulsaba la lluvia, el sol caia en el oeste y el mundo simulaba ser perfecto, la naturaleza se mimetizaba con las criaturas y el tiempo dejaba de existir, porque todas las ruedas se juntaban hasta completar el circulo. Los hombres agradecían la lluvia a los dioses, las doncellas danzaban junto al limpido arroyo que arrastra el nombre y el recuerdo de esa vieja y cristalina tierra del Sur. Este viejo estaba en armonia con aquella eternidad, muy diferente de cómo lo ves ahora, era joven y era sin tiempo, era como aquella diosa que alguna vez viniese a buscar mi ayuda, era un junco más a merced del arroyo, era otro árbol al que el bosque llamaba al largo sueño, era una piedra a la que la montaña, mas vieja y mas sabia, le contaba las historias que cielos, soles y dioses habian pergeñado, historias de batallas que se gestaron en sus valles, historias de pueblos tan pobres como sabios que descubrieron la simple felicidad de la armonia entre los tiempos. Alli estaba, sin esperanzas, tan solo siendo, siendo por siempre, siendo eterno y perfecto, con cada celula de todo lo que existe latiendo en mi, siendo yo junco, arbol, y piedra, pero tambien arroyo, bosque y montaña, siendo aquel pajaro que canta, siendo ese viejo que camina en este salvaje arrabal, siendo tu que ahora escuchas el recuerdo de ti mismo. El sol siguio moviendose cadencioso ignorando la armonia de las criaturas que recibian ufanas su luz, pude sentir como se quejaba del orden del universo, como aquel gran dios de fuego anhelaba participar de el equilibrio de todos los seres vivientes, no queria ya ser sole el padre del venerable arcoiris en el cielo oriental, sino ser el mismo el agua, la nube y el arco iris. La noche avanzo y la oscuridad desafio al sol abrazandose con las nubes. Las aguas seguieron manando. La plenitud de mi poder llego entonces, cuando el ciclo de un dia, como el ciclo del universo, me otorgo el recuerdo de cada criatura, de cada piedra, de todo lo que es en el omnipotente sur, entonces comprendi que al sur nadie lo podia desafiar, ni siquiera el mas alto de los dioses, porque el Sur tiene recuerdos y lagrimas, tiene amores y olvidos, bendiciones que ni el Hado mas poderoso es capaz de alcanzar, poder inefable que desafia y trasciende a la muerte, fusionandose en una eternidad que solo le es dada a las criaturas. El Sur, con sus viejos magos convertidos en pez, arbol, tierra y sangre de doncella, otorgaba sus poderes, simples y melancolicos, a un viejo artista de arrabal, con pecado y sin culpas, con sangres y justicias en su puñal, cedia sus recuerdos para desafiar a los dioses oscuros, dioses del olvido y las falaces permanencias, dioses que aparentan sabiduria pero que no conocen la tierra.

Matias Giannoni